3/5/16

Bañeras

"No me des lecciones de cordura,
cuando lo que quiero es que
alguien en su sano juicio quiera
 enloquecer conmigo"


En esta historia vais a tener que hacer un esfuerzo y conseguir imaginar más allá de una bañera o de una manía, es una parte de mi, es una parte de la gente de mi vida, y de los momentos que he vivido. 
Nos son bañeras son recuerdos, no son vecinos desconocidos son personas perdidas. Espero que me entendais, Nos leemos. (Tengo muchas cosas que contaros) 
(A todas las personas que sufren traumas, a todas las que han estado en shock y todos han pensando que aquel problema no era para tanto. A todos los que nos hemos visto envueltos en complejos y a todos lo que han sido capaces de quitárnoslos.) 

Entré por la puerta de mi nuevo piso arrastrando las maletas y bultos que me acompañaban, estaba agobiada y haberme mudado a un piso en el centro de Madrid no ayudaba demasiado, el ruido hacía vibrar los cristales
Tire todo excepto la mochila que contenía la cámara y el ordenador que coloque sobre mi nueva mesa con todo el amor del mundo, eran los únicos objetos que para mi tenían algo de valor. Abrí las ventanas y la claridad de aquel 1 de septiembre me inundó las pupilas, respiré aliviada al fin, me encendí un cigarro y empecé a fumar. Estaba tan acompañada y tan sola en aquel piso que me hacía sentirme algo poderosa. 
Me giré y dejé de mirar a mi preciosa y caótica Madrid, apoye los codos sobre el borde de la ventana e inspeccioné las paredes blancas de aquel dormitorio con una cama de matrimonio que ocupaba gran parte de la habitación. Entonces mi mirada se topó con la puerta del baño, contuve el aire por unos minutos y recordé que mi gran enemigo se encontraba ahí dentro, que suerte la mía haber conseguido olvidarle durante el viaje, pero había vuelto y tan solo unos 10 centímetros de maderas nos separaban. 
Me terminé el cigarro y acerqué a la puerta, respire hondo para intentar vaciar mi cuerpo de la mezcla de miedo y asco que sentía en aquel momento. 
No lo conseguí. 
Encendí las luces y gire el pomo. 1, 2 y... 3 Abrí la puerta y para mi sorpresa aquel baño era casi más grande que todo el piso, perfectamente podía poner un colchón allí y olvidarme de la cama de matrimonio que de seguro haría que me sintiese aún más pequeña y que terminaría usando para todo menos para dormir, manías extrañas de estudiantes o simplemente mías. 
Nada más entrar comprobé el cerrojo, cuestión de supervivencia para evitar futuros y nuevos traumas. 
Me giré y la ví allí estaba, la bañera, se me erizaron todos los pelos del cuerpo, me acerqué y pasé la mano por el filo y cerrando los ojos y contra mi voluntad abrí el grifo. 
Supongo que os preguntareis el porque de tan peculiar escena y no, no es que sea una especie de hippie naturalista que esta en contra de ducharse, de echo hace años bañarme era mi actividad diaria favorita, me sumergía bajo la alcachofa y mis problemas se iban por un buen rato, pero hacía unos años me quedé encerrada en una habitación con tan solo una ducha de 1 metro y medio cuadrado en el que permanecí por dos horas esperando a que las personas que había al otro lado de la puerta me sacasen asegurando que solo estaría allí minutos, en esa época los espacios pequeños me agobian hasta tal punto de provocarme ataques de ansiedad, pero ese día no pasó nada de eso. No tuve ningún ataque de ansiedad, no grité, ni lloré, contuve mis emociones por dos largas horas dentro de una ducha para el asombró de todo y el mío propio. Pero tuve una secuela, un detalle que se les escapó a todos cuando me sacaron de allí, aborrecí las duchas ajenas. 
Desde aquel día solo puedo ducharme tranquilamente sin ninguna prisa en la ducha de la casa de mis padres y porque ha sido la ducha que he utilizado desde pequeña y la conozco demasiado bien, en el resto de duchas de pisos en que los que he estado o casas ajenas siempre me he duchado de puntillas e intentando tardar lo menos posible sin contar con el cuarto de hora de antes para asimilar que me voy a meter en el cubículo en cuestión. 
Y allí estaba en esos quince eternos minutos con la mirada perdida el chorro a presión de agua y con el aire que provenía de la ventana que había dejado abierta dándome en la nuca. A los 5 minutos empecé a desnudarme lentamente, me quité la ropa con todo el amor del mundo, lo necesitaba en aquel momento necesitaba quererme y darme cariño a mi misma para afrontar aquel terrible shock del que parece que nunca iba a salir. Me acerqué a los pies de la bañera aún con aquella brisa jugueteando por mi cuerpo y metí los pies y con ellos todo mi cuerpo. Absoluto silencio y yo luchando contra mi voluntad para no ponerme de puntillas, parecía que lo había conseguido. 
Destensé los parpados y empecé a escuchar algo al otro lado de la pared, debía dar con la bañera del vecino y notaba como jugueteaba aquel extraño con el agua, aquel sonido era tan real que parecía que tan solo nos separaba una pared de papel. 
Su actividad hizo que me olvidase de que estaba allí de pie, de echo hacía que me olvidase tanto de todo que termine sentada y acto seguido tumbada. 
Allí estaba flotando en la bañera escuchando la respiración de un desconocido que sin saber porque me relajaba hasta niveles insospechados o quizás era esa bañera que me atraía como canto de sirenas a marineros. 
A ratos cantaba, a ratos callaba y disfrutaba como yo de aquel momento, a ratos leía, y al rato recordaba cosas que le hacían reír y que me hacían reír a mi también. 
Y sin darme cuenta día tras día me costaba menos entrar en la bañera y estar allí durante un largo rato. Pero se fue y mis miedos volvieron a llegar hasta me enteré que aquel piso tenía una especie de re-alquiler clandestino por lo que nunca tenía un vecino fijo siempre eran respiraciones distintas. 
Me entristecía que algunos se marcharán, pero enseguida cuando escuchaba el grifo y el flujo de agua cayendo en la bañera paralela a la mía salía corriendo me desnudaba y me sumergía en la bañera. Cada uno tenía sus manías. Algunos escuchaban música y cantaban, otros directamente cantaban sin música, algunos incluso se ponían una película de fondo, otros repasaban mentalmente sus guiones de teatro o el temario de sus futuros exámenes, otros lloraban, otros estaban acompañados. De todos los géneros, edades, nacionalidades. Desconocidos que me hacían sentir mientras flotaba en agua caliente, desconocidos que me habían sacado de traumas que ni mis seres queridos habían podido quitarme. 
Me sentía como una voyeur auditiva. 
Todos eran distintos y todos aportaban algo en lo que se había vuelto a convertir mi rutina preferida, a veces me imaginaba sus caras, me imaginaba como era de forma visual sus momentos más íntimos, me imaginaba como sería todo sin aquella pared que cada vez me parecía más que sobraba. 
Un día escuche otras pulsaciones, pulsaciones que me hicieron sentir más aún que el resto de personas que habían pasado por allí, de nuevo seguí mi ritual, me desnudé con gran agilidad y me sumergí en la bañera. Sentía su mano contra la pared esperando a que la mía se posase, sabía que estaba allí, sabía que estaba al otro lado y eso hizo que me zambullese intentando buscar la forma de acercarme más a el. 
Resurgí de entre el agua y me encontré en medio del mar pero con el aire de Madrid que fluía entre la ventana abierta de mi habitación, entonces miré a todos lados y lo ví a unos metros de mí y empecé a gritarle y a nadar y el se acercaba también. Nuestros cuerpo al fin se rozaron, y nos convertimos en una única persona ante tal contacto. Me había despojado de todo lo que me dolía y se había ido junto con el agua por el desagüe de cada ducha. El último baño en el que me aún me encontraba había conseguido que el agua se quedase limpia de todo problema, de todo dolor, de cada shock y de cada trauma hasta tal punto que me había encontrando nadando en mi propio mar, en mi propia libertad con la única persona, que tras muchos intentos con otras personas, había sido capaz de quitarme la capas de piel infectadas por los recuerdos que me quemaban hasta los órganos vitales.

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